La influencia de esos artistas y la deriva del régimen soviético hacia posiciones más autoritarias e intransigentes, cristalizó en el año 1932, cuando Iosif Stalin, el máximo dirigente de la URSS, promulgó el 23 de abril el Decreto de reconstrucción de las organizaciones literarias y artísticas. Para su promoción y puesta en práctica se fundó la Unión de Escritores Soviéticos, cuyo congreso de 1934 consagró las directrices del realismo socialista, que habían de aplicarse a todas las artes.
El 10 de febrero de 1948, el decreto Zhdánov, una orden de este político soviético contra la ópera de Vano Muradeli La gran amistad, dio comienzo a una feroz campaña de críticas contra compositores tan relevantes como Dmitri Shostakóvich, Serguéi Prokofiev o Aram Kachaturian.
De todas maneras, el Estado siguió manteniendo el control de las directrices artísticas, beneficiando a aquellos creadores que se mantenían fieles a las doctrinas oficiales y marginando o castigando a las voces críticas.
El realismo socialista se extendió por otros países comunistas como China o Corea del Norte, e influyó en artistas que simpatizaban con esta ideología como los famosos muralistas mexicanos Siqueiros, Rivera y Orozco, por ejemplo.